Las baterías LFP están siendo tendencia en la producción de nuevos coches eléctricos. Se caracteriza por la incorporación de láminas de fosfatos de hierro y también por introducir electricidad desde el exterior para poder recargar la batería.

Para la industria automovilística estas baterías suponen un bajo coste de producción, ya que conseguir las materias primas necesarias son económicas en comparación a las baterías tradicionales.

Además, tiene una gran ventaja que es la estabilidad química, con lo cual, aparece una degradación leve a largo plazo, se le añade que estas baterías se adaptan mejor a las altas temperaturas, siendo una cualidad que reduce grandes problemas del vehículo, como por ejemplo el sobrecalentamiento de las celdas.

Pero, no todo es perfecto, también existen desventajas, en la cual se destaca que la densidad energética es inferior a la de otras baterías y para solventar esta situación se aumentan las celdas y de este modo el confort del coche se ve afectado, ya que el espacio de la batería será mayor. Y al contrario que con el calor, estas baterías son muy sensible al frío, especialmente a partir de -20ºC, su capacidad nominal se reduce hasta la mitad.

En definitiva, las baterías LFP se recomiendan para vehículos de transporte pesado, aunque diferentes marcas reconocidas dentro del mercado automovilístico han decido añadir estas baterías en sus nuevos modelos de coche.

Dentro del mercado asiático, Tesla ha decidido incorporarlas en los Model 3, comentado que las adoptará a nivel global. Europa no se queda atrás, el modelo Renault 5 E-Tech también tendrá estas baterías y Volkswagen quiere montarlas en sus modelos de acceso.