El verano está afectando fuertemente a todos con la ola de calor que estamos sufriendo estos días, y en los coches no podía ser menos. Su forma de acusarlo es envejecer de forma prematura, tanto por lo que toca a su aspecto como a su funcionamiento.
Agrietamiento del interior
El volante y las gomas del salpicadero son los elementos que sufren en mayor medida. Es cierto que están preparados para soportar temperaturas bastante extremas, pero el calor puede con ellos con el paso del tiempo y un coche sometido al sol con regularidad puede empezar a mostrar grietas en estos elementos al cabo de 10 años.
En el caso de alcanzar unos 40 grados, cualquier problema que tenga el coche con la refrigeración se va a agravar. De ahí la importancia de comprobar el nivel de líquido del radiador, y que no haya pérdida ni del radiador ni de la bomba de agua. Las consecuencias de una refrigeración que no afronta en buenas condiciones estas temperaturas pueden llegar a tener que cambiar la junta de la culata, operación que requiere mucha mano de obra y por tanto resulta cara.
En cuanto a los neumáticos, el calor y el sol extremos hacen que se agrieten a largo plazo y que a corto plazo se dilaten. Para intentar arreglar esto, lo mejor es inflarlos en verano con la presión mínima recomendada por el fabricante.
Respecto al aceite del motor, el problema es que con temperaturas muy altas sufre una mayor evaporación, como sucede con el líquido anticongelante. Se debe chequear el nivel al menos una vez al mes, porque si el riesgo de una pérdida de anticongelante es importante, el de aceite puede hacer que gripemos el motor y su coste de reparación sea tan alto que no nos compense repararlo.
Precaución con el climatizador
Existen dos elementos a los que con estas temperaturas tan altas les exige un sobre esfuerzo. El primer lugar, el climatizador, que de repente tiene que trabajar al máximo para acondicionar un habitáculo en el que tal vez se superen los 50 grados. Para que esto no suceda, la solución es tan simple como abrir las puertas del coche durante un minuto antes de iniciar la marcha, de forma que el aire caliente acumulado se vaya. Otra, dejar las ventanillas abiertas, aunque esto solo es recomendable en entornos seguros o siempre que tengamos el vehículo a la vista.
En segundo lugar, la batería. El problema en este caso, es que el coche se enfría a costa de la batería, que no se está cargando porque el vehículo no está en movimiento. Es decir, que si lo hacemos habitualmente podemos encontrarnos una mañana con que la batería ha dicho “basta”.